Hace unos años, con un grupo de colegas peruanos decidimos promover la Criminología como disciplina desde la cual entender el crimen y la delincuencia en nuestras realidades. Como ha pasado en otras latitudes, encontramos un vacío al querer entender los fenómenos delictivos en nuestros países, regularmente explicados desde varias perspectivas disciplinarias.
Podemos coincidir en que la inseguridad y la violencia es uno de los asuntos más álgidos y sentidos en el Perú y en América Latina. Sin embargo, ¿está la Criminología discutiendo el tráfico ilícito de drogas, la trata de personas, el robo y el hurto y el sicariato, así como tantos otros problemas que afectan a nuestros países Andinos y Amazónicos? Creemos que no como lo podría hacer. Y no nos hace mucho sentido seguir recurriendo a distintas disciplinas sin tomar en consideración aquella que lleva alrededor de tres siglos preguntándose por nuestros temas de interés.
Algunas perspectivas criminológicas han tenido cierta visibilidad, como la extendida proyección de las ventanas rotas en las políticas locales de seguridad ciudadana en la región. Sin embargo, la apuesta por recurrir a enfoques como este no ha sido hasta el momento suficientemente extendida ni sistemática en nuestro país. Lo interesante es que no son pocos los que han empezado a recurrir a los fundamentos criminológicos para tratar estos asuntos.
A esto hay que sumar que -aun con todas las críticas pertinentes- la Criminología ha evolucionado durante las últimas décadas buscando respuestas efectivas a su objeto de estudio. En ese sentido es que debe entenderse su estrecha relación con el resto de las ciencias penales, en especial con el Derecho penal y la Política criminal. Es difícil entender a la Criminología sin pensar en que sus exploraciones aportan en paralelo al desarrollo de respuestas concretas al crimen y la violencia.
Entonces, ¿qué es lo que objetivamente puede ofrecer la Criminología a la comprensión de los fenómenos delictivos y la proyección de respuestas efectivas? Antes que respuestas concretas, ofrece una batería de teorías y metodologías en torno a, cuando menos, cinco preguntas relacionadas entre si:
- ¿Quiénes son las personas que delinquen?
- ¿Qué factores influyen en los fenómenos delictivos?
- ¿Cómo son los procesos de aprendizaje de las conductas delictivas?
- ¿Cómo se definen social y políticamente las conductas delictivas?
- ¿Cómo se estructuran las conductas delictivas?
En otras latitudes, estas cinco preguntas han orientado la discusión sobre delitos semejantes a los que hoy nos afectan en los Andes y la Amazonía. Las aproximaciones ecológicas han ayudado a entender los factores socioestructurales asociados al crimen en contextos de expansión urbana. Los acercamientos a las subculturas y el aprendizaje diferencial han servido para abordar a los grupos de jóvenes en conflicto con la ley penal. Las teorías anómicas han ayudado a mirar por qué determinados grupos económicos se involucran en prácticas de corrupción a pesar de sus privilegios. Miradas desde el etiquetamiento han servido para entender cómo las comunidades reaccionan para catalogar algunas conductas como desviadas. En suma, varias de estas miradas resultan útiles para comprender nuestros contextos inmediatos.
También es necesario orientar esta apuesta en una dirección complementaria: poner en discusión los fundamentos de la Criminología desde nuestras realidades. Hay que reconocer la clara matriz occidental por la que transita la Criminología. Es evidente cómo esta recorre la médula espinal de su desarrollo y lleva a cuestionamientos en los que priman ciertos valores culturales (especialmente, la propiedad individual). Para algunos, este debate ha llevado a la construcción de una criminología decolonial, que nos aleje de la importación de modelos penales no siempre oportunos para nuestros dominios culturales. En ese sentido, es también un aporte al desarrollo de la Criminología el repensar su epistemología desde nuestros contextos inmediatos.
Tampoco se trata de presentar a la Criminología como la panacea que va a brindar todas las respuestas, pues lo cierto es que tampoco es una disciplina acabada y completa (¿alguna ciencia social lo es?). Sin embargo, luego del largo desarrollo histórico de las preguntas sobre la cuestión criminal, estamos seguros que puede ofrecer bastantes elementos para comprender estos asuntos en nuestras regiones y en especial en el Perú.
Por ello, nuestra apuesta desde el Instituto de Criminología es promover que las preguntas, metodologías y teorías, pero también prácticas que ofrece la Criminología, se sumen a la discusión sobre el delito y la violencia en nuestro país y en la región. Creemos firmemente que reconocer el valor de una disciplina que lleva discutiendo por más de tres siglos los problemas que nos golpean, es un excelente punto de partida para ensayar propuestas que permitan mejorar nuestra calidad de vida.